La estructura socio-económica de Corrientes se mantiene inconmovible, una enorme diferencia entre 10% mas rico poseedor del 90 % de las mejores tierras frente al 90 % mas pobre en posesión de solamente el 10% de ella, aunque debe señalarse que gran parte de esa tierra es poco apta para la agricultura, o sea estamos de cara a una de las mayores ignominias humanas.
Hombres sin habita ni futuro, un gran porcentaje de ese 90% mas pobre que es infantil, carece de derechos humanos, la educación básica, que no se resume en “ir” a la escuela, debe comenzar en la casa, pero como hacerlo y bien, si el padre peregrina para obtener trabajo, muchas veces frustrado lo hace condiciones indignas mientras la madre hace maravillas para alimentarlos secando la yerba al sol para el próximo “cocido”, habitando en casillas precarias, hacinados.
Este mismo sector pauperizado y condenado, rumbea al hospital de madrugada a un turno hasta la próxima visita para de ahí mendigar el medicamento y el alimento sustantivo que de seguro carece esa persona. Le delincuencia abreva en las carencias del ser humano, de ahí se nutre.
No hacen falta tantos patrulleros ni tantas armas y balas si la gente recibiera la oportunidad de trabajo, vivienda, salud, educación, justicia social y jurisdiccional. Mientras los opulentos tengan la palabra y el gobierno haga oídos sordos, las riendas las tendrán los oligarcas, que a pesar que son unos pocos, manejan los recursos miserablemente, no solo los suyos también los nuestros. De esto solo puede pavonearse un pigmeo mental
Hombres sin habita ni futuro, un gran porcentaje de ese 90% mas pobre que es infantil, carece de derechos humanos, la educación básica, que no se resume en “ir” a la escuela, debe comenzar en la casa, pero como hacerlo y bien, si el padre peregrina para obtener trabajo, muchas veces frustrado lo hace condiciones indignas mientras la madre hace maravillas para alimentarlos secando la yerba al sol para el próximo “cocido”, habitando en casillas precarias, hacinados.
Este mismo sector pauperizado y condenado, rumbea al hospital de madrugada a un turno hasta la próxima visita para de ahí mendigar el medicamento y el alimento sustantivo que de seguro carece esa persona. Le delincuencia abreva en las carencias del ser humano, de ahí se nutre.
No hacen falta tantos patrulleros ni tantas armas y balas si la gente recibiera la oportunidad de trabajo, vivienda, salud, educación, justicia social y jurisdiccional. Mientras los opulentos tengan la palabra y el gobierno haga oídos sordos, las riendas las tendrán los oligarcas, que a pesar que son unos pocos, manejan los recursos miserablemente, no solo los suyos también los nuestros. De esto solo puede pavonearse un pigmeo mental
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